No me lo cuentes, ¡ Enséñamelo!
No me lo cuentes, ¡enséñamelo!
Alguna vez has oído hablar de esta técnica, pero nunca has sabido para qué podía servir… ¿Qué objetivos persigue el psicodrama? ¿Para qué se aconseja aplicar técnicas de psicodrama?
Vamos a poner un ejemplo: María tiende a contar sus problemas o las situaciones que le preocupan varias veces, utilizando como interlocutores a sus amigos más cercanos, a sus familiares, a su peluquera, a sus compañeras del gimnasio… Cansada de no ver la luz al final del túnel, acaba acudiendo a un profesional para ver el problema que le preocupa de una forma distinta. Una vez allí, María insiste en todos sus argumentos y todas sus percepciones y, además, concluye que no puede hacer nada para solucionarlo. Y es así como se lo cuenta a su terapeuta. Desde su único, irrevocable y “fiable” punto de vista.
El problema de María reside en que, en la explicación de su problema personal, el punto de vista nunca se expone de forma “neutral”. Normalmente, sin darnos cuenta, lo aliñamos todo con un conjunto de sensaciones, emociones y percepciones propias para defender nuestra postura y así “tener razón” ante la persona con quien hablamos. De esta forma, exponemos algunos de los aspectos que utilizamos en nuestras argumentaciones:
- Nuestras hipótesis sobre el tema.
- Formulaciones negativas del mismo.
- La sensación de que nada va a cambiar.
- Sentimientos añadidos que mantienen vivo un cierto grado de ansiedad o malestar cada vez que formulamos o hablamos de nuestro problema.
- Una o varias razones sobre por qué nuestro punto de vista es el “válido”.
- Una o varias razones por las cuales el punto de vista de los demás no nos sirve.
Y con toda esa mochila de argumentos, arrastramos a los demás hacia nuestro punto de vista para que empaticen con nosotros, nos compadezcan, se pongan en nuestra piel y, una vez allí, tampoco vean qué hacer, ya que nosotros queremos una solución, pero normalmente no hay ningún cambio en nosotros que pueda ser válido. El problema siempre viene de los demás que “son como son”, la situación personal que “es la que es”, y así todo un agujero negro que hace que uno acabe siendo y actuando de esta forma “incambiable”. Y, definitivamente, hay personas que poseen cierta habilidad para que se les acabe diciendo: “Tienes razón, no hay nada que hacer en la situación que estás, qué mala suerte tienes…”. A partir de ese momento, si todo cuadra para que el problema tenga una magnitud terrible, ¿cómo se puede actuar de otra forma? ¿Cómo se puede entender que se debe realizar un cambio si uno ha hablado con todo el mundo y le han dicho que está en lo cierto?
Toda esta descripción previa del ejemplo es característica de un pensamiento obsesivo o rumiante, y es propia del hemisferio izquierdo de nuestro cerebro, el hemisferio verbal, que intenta dar coherencia y justificación a todo el conjunto de sensaciones que vivimos. Llegados a este punto, se pueden utilizar autorregistros para cazar pensamientos distorsionados o, además, añadir a éstos técnicas de psicodrama, trabajando desde lo corporal, desde la sensación que nos produce aquello que estamos razonando, pero sin dejar que la persona dé rodeos o explicaciones verbales al problema concreto. ¿Qué pasaría si le dijéramos a María: “No me lo cuentes, ¡enséñamelo!?”
Supongamos que el problema de María es con otra persona, por ejemplo, su madre. Entonces invitaríamos a María a que explicara la situación en primera persona a una silla vacía, como si ésta fuese su madre. Veríamos cómo expresa su problema, qué actitud corporal asume y qué manera tiene de hablar. Luego, le diríamos que se pusiera en la otra silla, en el lugar de su madre, para ver cómo María se responde a sí misma haciendo el papel de “su madre”. Muchas veces, una simple actuación como esta, puede ayudar mucho a una persona a que empatice con el otro, a que se ponga en su lugar, aunque se necesita de cierta formación complementaria para poder hacer una sesión de esta magnitud y con devoluciones indicadas para el paciente.
¿Cómo se puede entender la efectividad de la técnica del psicodrama?
Para poder explicar la efectividad del psicodrama, primero debemos recordar algunos aspectos sobre nuestros hemisferios cerebrales y qué funciones desarrolla cada uno. Según Springer y Detush (2001), en su libro “Cerebro izquierdo, cerebro derecho”, se pueden determinar cinco grupos principales de etiquetas para describir los procesos del “Cerebro o hemisferio izquierdo” y los del “Cerebro o hemisferio derecho”.
ENCÉFALO: |
|
HEMISFERIO IZQUIERDO |
HEMISFERIO DERECHO |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Esas funciones de cada hemisferio se pueden resumir en que el hemisferio izquierdo es más “verbal” y el derecho más “visual”. De esta forma, el psicodrama trabajará con técnicas más “visuales o espaciales” y menos “explicadas o verbales”, para que la persona rompa con sus “rodeos mentales” y se dé cuenta de “las formas” que utiliza en sus actuaciones.
Aunque hay que matizar que el psicodrama proviene de la “Teoría Moreniana” de Jacob Levy Moreno o de la “Teoría Emergentista de la Personalidad” de Jaime G. Rojas-Bermúdez; desde la visión cognitivo-conductual podríamos vincular el método del psicodrama con el Modelo A-B-C de Albert Ellis, sólo que utilizando su modelo, a mi entender, con un paso anterior al que trabajamos en el autorregistro. Sabemos que el Modelo A-B-C postula que la persona vive unas experiencias (A=Accounts) que le provocan unos pensamientos o creencias (B=Beliefs) y con ello aparecen unas consecuencias (C=consequences) emocionales y conductuales. Por eso, la Terapia Cognitivo-Conductual, trabaja sobre esos pensamientos (B) y detecta las distorsiones cognitivas (o de pensamiento) que han aparecido en el acontecimiento (A) para que sean más funcionales y se pueda actuar (C) de otra forma. De esta manera, el modelo de Ellis recoge las creencias que verbaliza el hemisferio izquierdo del cerebro, que razona las emociones y las situaciones vividas, y eso es lo que se trabaja para potenciar el cambio.
Si complementamos ese modelo cognitivo-conductual con una terapia con técnicas de psicodrama, potenciamos que este método deje a un lado el razonamiento verbal que la persona ya lleva predeterminado y autojustificado y trabaje desde “las formas corporales”, es decir, usando el hemisferio derecho del cerebro y creando directamente el acontecimiento dentro de la terapia (A) que generará el pensamiento posterior (B), activando la intuición, las acciones y las emociones (C), sin que la persona tenga que explicar las razones previas que ya llevan su punto de vista añadido, sólo actuando. Después de la situación actuada, en la devolución se puede hacer reestructuración cognitiva y añadir las observaciones necesarias para contrastarlas con el paciente. En resumen, se trabaja desde la situación directamente (A), llevando a una reflexión de lo representado (B) y entendida como las emociones y conductas que ha generado una situación mejorando las actuaciones en situaciones futuras (C).
¿Cuál es el objetivo del psicodrama?
El objetivo del psicodrama es el desarrollo de la espontaneidad, preparando a la persona para resolver sus conflictos personales por medio de la actuación de los roles que están poco desarrollados. De esta forma, se crean nuevos roles sociales a partir de roles psicodramáticos (practicados en las sesiones). Eso no quiere decir que la persona tenga que cambiar su manera de ser, sino que tendrá disponible otra herramienta para actuar cuando lo considere necesario.
¿Cómo se desarrolla una sesión de psicodrama?
Normalmente, una sesión de psicodrama no es sinónimo de “poner a actuar al paciente” sin ton ni son. La sesión de psicodrama tiene unas etapas, entre muchos otros elementos, que van preparando a la persona poco a poco para ser más espontanea y menos retraída. Esas tres etapas son:
- Caldeamiento: Es la primera etapa del psicodrama, que consiste en preparar a la persona o grupo (en caso de que se trabaje en grupo) para que se encuentre en condiciones de pasar a la acción. Esa preparación se puede hacer de varias formas: con juegos de expresión corporal, con música y caminando por el espacio, hablando sobre algún tema o situación que se quiera dramatizar, expresando un sentimiento…
- Dramatización:Consiste en la iniciación de acciones (ya sea de una persona o de un grupo de personas, según como estemos trabajando) que representan roles propios o ajenos, reales o imaginados, puesta en escena de situaciones, creación de figuras corporales, expresión de emociones… todo eso normalmente surge en la etapa de caldeamiento y se trabaja en esta etapa de forma más específica. En la dramatización, normalmente hay observadores, ya sea el terapeuta o, si se trabaja con grupos, los pacientes que no estén actuando, que funcionan como auditorio y participarán en la etapa de comentarios.
- Comentarios:Esta etapa cierra la dramatización devolviendo a la persona o personas que han actuado la visión de lo ocurrido. En el caso de trabajar con un solo paciente, será el terapeuta quien hará la devolución de lo que ha visto, fijándose, sobre todo, en las formas: cómo se movía, qué decía, cómo lo decía, qué sensación provocaba o preguntándole cómo se ha sentido, entre otros. En el caso de trabajar con grupos, se pide al auditorio que comenten lo que consideren necesario, siempre desde su propio punto de vista. Se trata de transmitir cómo se ha vivido lo que se ha visto en primera persona, pero sin juzgar, por lo tanto, sin transmitir “interpretaciones hacia los demás” de lo que se ha observado dramatizar. Luego, las personas que han actuado pueden hacer también sus devoluciones al respecto.
Si se considera necesario, en una sesión de psicodrama se pueden trabajar varias etapas de dramatización y comentarios consecutivamente.
¿Qué técnicas existen que puedan ser de utilidad en terapia?
Existen varias técnicas de psicodrama que pueden ser útiles para que la persona aprenda a ganar espontaneidad. Las llamamos “técnicas psicodramáticas simples” o “técnicas psicodramáticas complejas” según el número de personas o elementos que involucren:
- Las técnicas psicodramáticas simples son el soliloquio (monólogo), el espejo (que alguien haga lo mismo que ha hecho uno para que la persona lo vea desde fuera), el doble (que consiste en añadir información que una persona no está diciendo como si lo pensara en voz alta), el intercambio de roles (si hay dos personas, se intercambian los roles que han realizado previamente para ponerse en el lugar del otro), la interpolación de resistencias (añadir algo nuevo para romper una dinámica y modificar el contexto dramático, por ejemplo, que aparezca algo en medio de una dramatización para “sorprender” a los actores, como gritar, o que aparezca un personaje nuevo de golpe…) o la técnica de construcción de imágenes (como, por ejemplo, hacer una escena y pedir que la persona que la ha hecho la resuma en tres imágenes corporales o estatuas).
- Las técnicas psicodramáticas complejas por otro lado, requieren tiempo, dependen del número de participantes y de la instrumentación necesaria. Las podemos resumir en la “Roda Viva” (que consiste en sentar en círculo a varias personas para aclarar un tema, cada uno desde su punto de vista, mientras los demás sólo escuchan. Después de la primera interacción, todos los participantes rotan hacia su derecha y cada miembro expone el mismo tema pero desde el punto de vista de su compañero. Esto se realiza sucesivamente hasta finalizar la rueda), la Galería de Espejos (que consiste en que una persona vea las imágenes corporales que los demás ofrecen de ella para contrastarla con la imagen que tiene de sí mismo), la Silla Vacía (donde una persona asigna a cada silla vacía el nombre de una persona que esté involucrada en su problema y luego la misma persona ocupa sucesivamente las diversas sillas, para colocarse en cada punto de vista y expresarlo), entre otras técnicas.
Como podemos observar, estas técnicas pueden ser de mucha utilidad y pueden complementar a lo que llamamos roleplay en la terapia cognitivo-conductual. Es evidente que no todos los pacientes pueden estar dispuestos a seguir técnicas de este tipo, pero son de gran ayuda cuando estos no se sienten capaces de realizar cambios aún entendiendo sus distorsiones cognitivas. Desde mi punto de vista, una ventaja de trabajar desde lo corporal y desde la acción inmediata, es que el hemisferio izquierdo tiene menos tiempo para elaborar una “excusa justificada” del problema. Con el psicodrama, el cerebro actúa y, desde ahí, piensa de nuevo, creando otro suceso nuevo (A) y generando así nuevos pensamientos (B), conductas y emociones (C) a raíz de ello.